Toca hablar de uno de los lados oscuros del país de las sonrisas. Tailandia, como todos los países del mundo, tiene sus cosas buenas y las menos buenas.
Es más que probable que cuando uno visita Tailandia asista a algún espectáculo con elefantes. Pocos son los que regresan a sus países sin haberse montado en los lomos de un elefante para hacer un pequeño treking, o haber asistido a un espectáculo donde los animales pintan, hacen el pino o juegan a futbol. Sin embargo son pocos los que se preguntan como un elefante acaba haciendo esas cosas tan poco naturales. Así lo viví yo, que en mi primer viaje a Tailandia hice las dos cosas, montar a lomos de un elefante y asistir a un espectáculo donde los paquidermos jugaban una especie de partido de futbol. He de decir que tanto a mi, como al amigo que me acompañaba, el espectáculo nos pareció grotesco y un puntito humillante para los elefantes. Después de casi dos años residiendo en Tailandia mi visión de las cosas ha cambiado un poco, es lo que tiene informarse.
Además, hasta hace tres meses escasos, los elefantes eran exhibidos por las calles de Chiang Mai como reclamo turístico y, a cambio de unos pocos baths, podías darles de comer y fotografiarte con ellos. Ver un elefante paseando por las abarrotadas calles de Chiang Mai era desde luego un sinsentido, a pesar de que pocos turistas paraban a pensar en ello.
En las calles de Chiang Mai Hace un año conocí el Elephant Nature Park, por recomendación de un hermano. El Elephant Nature Park es un campo diferente, desde el que tratan de arrancar a los elefantes de las garras de la industria turística. Allí no pintan, no juegan a futbol y no hacen cabriolas. Sólo hacen las actividades propias de un elefante.
En octubre de 2010 a Aurora, un cordobesa que trabaja en la ONG Bring the elephant Home, desde la que intentan, a pesar de las adversidades, recuperar grandes espacios de terreno para los elefantes. Así, entre las dos organizaciones cierran el círculo. Unos recuperan a los elefantes y los otros les preparan el terreno para que vivan en su entorno natural.
Para escribir este articulo me he documentado con la información que me han proporcionado desde las dos ONGs, así como de otras como PETA, People for the Ethical Treatment of Animals, www.helpthaielephants.com, www.tigertemple.org y nationalgeographic.com.
¿Cómo llega un elefante a mendigar por las calles o a pintar un cuadro, algo que es evidente que no hacen de manera natural? La realidad es que el proceso de adiestramiento para que los elefantes hagan todas esas cosas es cruel, es una tortura física y psicológica para los animales. Se llama Phaa jaan.
A los cuidadores de elefantes de les llema mahout. Tradicionalmente era un trabajo familiar, heredado de padres a hijos. Así, los futuros mahouts aprendían el oficio desde muy jóvenes. El elefante era "adoptado" por su mahout desde muy pequeño para que entre los dos creciera un fuerte lazo, y lo habitual era que un elefante tuviera un mismo mahout toda la vida. Ahora pasa otra cosa bien distinta. Desde que empezaron a utilizarse en el sector turístico, muchos elefantes fueron a parar a manos de personas inexpertas, y cuyo único fin era obtener ingresos rápidos. Hay varios métodos para adiestrar a los elefantes. Se puede hacer por refuerzos positivos, método por el que el animal no sufre, pero que es mucho más lento. O por la fuerza, enseñando al elefante quien es el que manda, quien es el jefe.
Según PETA, People for the Ethical Treatment of Animals, en Tailandia hay 3.800 elefantes en manos privadas, y la mayoría de ellos son utilizados como reclamo turístico, haciendo trucos de circo o para dar paseos. Hace un siglo se calcula que había más de 100.000 elefantes en libertad en Tailandia. Los datos hay que tomarlos siempre a modo orientativo, pues cada organización maneja los suyos.
Los rituales de adiestramiento empiezan cuando los elefantes son muy muy pequeñitos, de entre dos y tres años. Son apartados de sus madres, mientras patalean y gritan. Son inmovilizados, goleados sin piedad e incluso llegan a arrancarles las uñas. Las sesiones de entrenamiento dejan a los elefantes gravemente heridos, traumatizados y en ocasiones muertos.